lunes, 14 de mayo de 2018

LOS GATOS DE MI PUEBLO

Echo de menos a los gatos de mi pueblo.

A la hora de la siesta en invierno, se tumbaban en medio del asfalto caliente o sobre el techo de algún coche al sol. Siempre en alguna postura artística. El simple hecho de verlos era relajante. Te hacían olvidar las preocupaciones. Comprendí que sería más feliz si vivía como un gato. Si sabía parar, observar, y respirar de vez cuando, y contemplar el mundo desde la calma.

Sus miradas saludadoras, su apacible curiosidad, su andar sinuoso, sus juegos. Ese rodear mis pies con el cuerpo, buscando mi atención y mi cariño. Su compañía cercana y silenciosa, en el parque, en la plaza, y aquella minina que me seguía en mis paseos o hasta la puerta del supermercado, en donde me esperaba paciente a que saliera para que la acariciara. Hermosa gatita, dulce, tierna, mimosa. Y que venía puntual a maullar bajo mi terraza cada mañana, para que le bajara el desayuno. No era lista ni nada…

Echo de menos cada día, esos gatos hermosos de mi pueblo que tan feliz me hicieron cuando viví allí. Qué lástima que tuve que volver después de aquél tiempo que compartimos.

Y regresé con muchas menos cosas de las que me llevé cuando llegué allí y, afortunadamente, sin la enfermedad que me fui a curar, pero con los pulmones bien expandidos y el corazón muy lleno de sentimientos.

Me hubiera gustado traerme también a Madrid su libertad. Quiero creer que algo de eso aprendí. Quiero creerlo. Porque desde luego son verdaderos maestros que enseñan con el ejemplo.

Hoy tengo un especial y emotivo recuerdo para todos ellos. Gracias por lo que me hicisteis sentir, amigos, y por todo el cariño que me disteis.

Ángeles Córdoba Tordesillas ©


Fotografía hecha a un gatito de mi pueblo. Con su permiso, por supuesto. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario